lunes, 11 de agosto de 2014

La libertad, el regalo de la guerra.

Con una inmensa suerte, me despierto cada mañana siendo preso de este sistema, lo que me hace ser libre en cierto grado, lo que me hace sentir las barreras y los impedimentos muy lejos, lo que me hace vivir con muy pocas preocupaciones. Desde un primer punto de vista, parece el mejor regalo posible y cierto es, es el don que nos permite hacer lo que queramos pero con unos límites que nos restringen bastante poco, puede decirse que sólo condenan nuestras acciones cuando acarrean  consecuencias o resultados negativos con respecto a otros, como dijo un sabio estoico y más adelante Montesquieu, "para ser libres, hay que ser esclavos de la ley".

Durante cientos y miles de años, una gran cantidad de pueblos y comunidades han derramado sangre, sudor y lágrimas por conseguir la ansiada libertad y autonomía, por ser capaces de auto-determinar sus tierras, al grito de "¡Libertad!" u "¡Honor!", miles de soldados han muerto en diferentes campos de batalla buscando la tan ansiada gloria, esa palabra que en inglés suena tan bien, FREEDOM. Desde los albores de la humanidad ha existido la fuerza, la esclavitud y el sometimiento, en definitiva, han existido las injusticias. Muchos pueblos se vieron dominados por otros más grandes, más fuertes o simplemente más astutos, a nadie le gusta estar sometido y, bendita suerte tenemos hoy de ello en Occidente, en otros lugares no pueden decir lo mismo.


Líderes religiosos caprichosos, reyes ambiciosos y generales sedientos de sangre han causado las mayores batallas de la historia, mandando arrasar todo lo que había en el campo del enemigo, incluso ancianos indefensos, mujeres embarazadas y niños que no superaban los 5 años. Sangre, sangre y más sangre para luego someter a los supervivientes y no permitirles ejercer un derecho fundamental, el de la libertad; ninguno de ellos estaba conforme, a ninguno le gustaba estar preso, muchos prefirieron poner su vida en peligro o incluso acabar con ella antes de seguir viviendo bajo el yugo del tirano; tirano que obraba en nombre del Eterno, de Dios o de cualquier parafernalia posible. 




Cientos de miles de sometidos alzaron sus puños y blandieron sus espadas, rebelándose contra la dura opresión a la que estaban sometidos, luchando por conseguir el mayor tesoro que se le puede dar a un hombre, la libertad, hermanándose para hacerse con ella, muriendo y matando por esa noble causa. Sin duda, si por algo se puede caracterizar al ser humano y a su historia, es por la búsqueda de la libre toma de decisiones, estando presente continuamente, fíjense en el lema de la Revolución Francesa producida en 1789, "Liberte, egualite, fraternite ou la mort" 


Antes he dicho que hoy en día somos libres y que eso puede ser un don muy preciado pero que a su vez puede ser el peor lastre existente, pues si la vida de los seres humanos se mueve por tres ideales básicos que serían la libertad, la igualdad y la justicia, una vez materializados, parece que la misma deja de tener sentido o que en ella no tengamos motivos para luchar. Al estar cómodos, al vivir en un mundo aparentemente justo, en el que reina la igualdad y la libertad, no hay motivos por los que preocuparse ni razones por las que luchar, ya hemos conseguido lo que el hombre necesitaba, ¿para qué más?

El mundo sigue siendo tan o más injusto que antaño, pero de diferente forma, hoy no se cortan cabezas, hoy se burlan o se excluyen de la sociedad a los individuos que sean; primero debemos luchar por arreglar esto y, segundo, una vez conseguido todo, no nos podemos cruzar de brazos y pensar que todo el pescado ya está vendido, debemos seguir luchando para poder mantenerlo y que así otros lo disfruten.



No hay comentarios:

Publicar un comentario