jueves, 6 de marzo de 2014

¿Qué es filosofar?



    Filosofar es exigir a las verdades su certificado de autenticidad, su veracidad, su certeza absoluta y no aceptarlas como verdades hasta que esta certeza sea conseguida. Estamos rodeados de “verdades” que aceptamos sin rechistar y sin duda porque la tradición y la cultura así nos lo han impuesto y así nos dicen que es lo verdaderamente correcto, pero sabemos que lo correcto es muy relativo, que lo correcto para mi puede ser incorrecto para otro, o quizás no sea así y allá una serie de acciones y valores correctas/os.

El papel del filósofo, aunque suene algo redundante y pueda parecer que es una broma es comprobar la realidad de “la realidad”, lo verdaderamente real que nos rodea, el mecanismo de la misma realidad y no dejarse llevar por las apariencias de las formas ni por su envoltorio. Definir el filosofar es algo complicado, pues al contrario que la ciencia no tiene objeto y si se le propone alguno, al pensar en torno a él, estamos reflexionando; decimos que no tiene objeto porque la labor filosófica no tiene nada propio en lo que aplicarse y el filósofo es incapaz de transformar nada, únicamente sus pensamientos.

El filosofar es una tarea contemplativa, una tarea de reflexión, muy específica y compleja, pues el filósofo a diferencia de los científicos y de los religiosos que poseen hipótesis y creencias, sólo posee un ojo, el ojo de la razón y el de la facultad de ver, el de pensar.

El asombro es el origen de la filosofía, el cual produce una reacción limpia frente a algo nuevo y desconocido, una reacción sin ningún tipo de prejuicios. Pensar no es únicamente registrar y el filósofo no estará satisfecho con acumular conocimientos, sino que desea entender y para ello necesita asombrarse, necesita sorprenderse por todo lo que le rodea, sin que se vea nublada en ningún momento su capacidad para ver.

La filosofía no se preocupa porque no consiga dar respuesta a todas sus preguntas; no le importa asombrarse, es más, lo necesita para entender mejor la realidad, para descubrir el mecanismo de la misma, para conocer la llave que abre la inteligencia del mundo, lo que está verdaderamente debajo del envoltorio de las formas y apariencias.

¿Quién es capaz de responder?:

a)      ¿Existe Dios? Nadie sabe.
b)      ¿Es posible demostrar su existencia o su no-existencia? Nadie sabe.
c)      ¿Hay vida después de la muerte? Nadie ha vuelto para contarlo.
d)     ¿Somos todos iguales? Sí, pero no; no, pero sí.
e)      ¿Es mejor la bondad o la verdad? Nadie es capaz de estar seguro de esto.
f)       ¿Existe el mal? ¿Existe el bien? Existe el bien, el mal es falta de bien; existe el mal, el bien es una ilusión; no existe nada de eso, es todo cosa de nuestra mente. ¿La ciencia qué dice? Nada.

La religión da respuestas cerradas a todas estas preguntas; Dios existe porque lo     dicen las Escrituras, es posible demostrar su existencia acudiendo a esas Escrituras, hay vida después de la muerte, porque lo dicen esas Escrituras, Dios y todos los profetas, todos somos iguales porque somos creaciones del mismo ser y todos tenemos su chispa, el alma, no es mejor ni la bondad ni la verdad, porque dentro de la bondad está la verdad, por tanto esta pregunta será absurda, no existe el mal, sólo existe el bien, pero el hombre al ser libre y tener poco amor en su corazón, hace el mal.

El ateo, partidario de la ciencia, hombre moderno e “intelectual” dirá que Dios no existe porque no hace falta, que no hay vida tras la muerte porque somos puramente animales y que sin cuerpo no podríamos vivir, que no somos todos iguales, porque hay algunos mejores o peores, por evolución o por genética, aunque todos debemos ser tratados de la misma forma, no se mojará en la pregunta de la bondad y la verdad, considerando que cada uno verá lo que hace y lo que piensa, la pregunta del bien y del mal la contestará diciendo que existe el mal y como el mal existe, no cree en Dios.

 El filósofo, más precavido y más reflexivo, se parará ante estas preguntas asombrado y responderá con un rotundo NO SÉ, voy a intentar saberlo y a ello se dedicará sin tener miedo a no obtener la respuesta, pidiéndole el pasaporte a todo conocimiento que adquiera o a todo lo que percibe, diciendo: eh tú, ¿en verdad eres real?, espera que vamos a comprobarlo… Se sentará en su sillón, en su butaca o en su silla o si quiere se sentará en medio de un prado o debajo de un árbol y se parará a pensar el porqué de todo y el porqué de creerse todo lo que la tradición, la cultura y las personas le transmiten y se planteará nuevas ideas, reflexiones diferentes, seguramente algunas sean estrafalarias, extravagantes, sumamente diferentes, pero aunque parezcan inverosímiles se dirá: ¿por qué no?

Filosofar es, en definitiva, practicar filosofía de la manera más pura posible,   haciéndose preguntas y tratando de darles respuesta, alejándose de la rasgada capa de los prejuicios y de la ilusión de las apariencias, asombrarse ante todo y ver todo como si fuese algo nuevo, porque, ¿qué es la filosofía sin asombro?, ¿qué es la filosofía sin preguntas?, ¿qué es la filosofía sin examen?