lunes, 28 de noviembre de 2016

Hipócritas

Los más estúpidos se sentirán ofendidos, y me alegro porque así estaré cumpliendo con una de las máximas de la filosofía: ofender. Otros, los hipócritas de pensamiento y acción, alabarán lo escrito en estas líneas pero al poco tiempo volverán a las suyas, a saber: a decir una cosa y a hacer otra, en fin, a fingir. Estos no se darán cuenta de que lo que escribo va dirigido a todos y cada uno de ellos porque son tan hipócritas que, hasta en sus casas a solas donde solo escuchan su voz interior, se autoengañan como bellacos, como si no les bastase engañar a los demás.



¿Son más listos? No, ¿y mejores personas? Si ser mentiroso fuese considerado algo moralmente idóneo entonces sí, pero parece que no es idóneo ni se acerca a ello por obvias razones naturales. No son más que un cáncer, un doloroso tumor a extirpar, los hijos pródigos de una mentalidad confeccionada con grandes pinceladas de catolicismo. Sí, catolicismo, el credo de la hipocresía por excelencia, el credo de puertas para fuera que conlleva la putrefacción del alma y la voz interior. El engañamiento basado en la culpa y la vergüenza que juega con la imposición de una serie de normas morales completamente opuestas a nuestra naturaleza.

¿Cómo no va a haber hipócritas si somos educados en la vergüenza y no en la virtud?

¿Cómo no va a haber hipócritas si cualquiera al que no le viesen haría cualquier cosa?
We´ve got a problem.
 
 

miércoles, 9 de noviembre de 2016

You couldn´t stump the Trump

Hace pocos años el expresidente de los Estados Unidos, en una reunión entre personas influyentes de dicha nación, se burlaba de un hombre que lo estaba escuchando, un magnate llamado Donald Trump. Parece que esto no le sentó nada bien y decidió prepararse para dar una lección a Obama. Es obvio que tenía otros motivos, pero posiblemente éste era el principal: la desconfianza depositada en la clase política. Así, se decidió por hacer campaña para conseguir ser presidente de dicho país, y, a partir de ahí, cambiar la situación a su manera. 

Pocos pensaron que el polémico multimillonario pudiese hacer algo en política, pero nuestro amigo (por llamarlo de alguna forma) iba escalando poco a poco hasta que fue elegido como candidato a la presidencia de los Estados Unidos por parte del Partido Repúblicano. Luego de una durísima campaña plagada de insultos y burlas hacia los otros posibles candidatos de su mismo partido, y un mensaje plagado de afirmaciones misóginas, homófobas, xenófobas, ultranacionalistas y etnocéntricas, llegó el momento de la verdad: su combate contra una mujer de armas tomar y curtida en mil batallas, la archiconocida Hillary Clinton.

La disputa permaneció en empate técnico durante mucho tiempo, posiblemente porque ninguno de los dos candidatos fuese muy superior al otro. Pero, luego de un tiempo, y poco antes de las elecciones celebradas hace unas pocas horas, algunos sectores comenzaron a hacer campaña contra Hillary desclasificando toda la red de correos que esta señora se enviaba con otras personalidades importantes en la que se podía apreciar algún mensaje y alguna salida de tono no del todo coherente con la postura que públicamente defendía.

Y llegó el gran día. Se celebraron las elecciones y Trump ganó, poniendo fin a 8 años de gobierno ejercido por el Partido Demócrata. Pero, ¿por qué ha ganado?

Es posible que muchos piensen que es aventurado dilucidar los posibles factores por los que este conocido individuo ha ganado las elecciones desde otro país, pues nadie conocerá mejor la realidad palpitante de los Estados Unidos que los ciudadanos del propio país. Sí, posiblemente sea cierto, nadie conoce mejor lo que le sucede que quien está experimentando dicho suceso, o eso suele decirse con mucha frecuencia. Pero, a veces, contra este principio de posesión de la verdad por parte de un sujeto acerca de algo que le acaece al mismo, un análisis y una descripción exterior no viene nada mal para darnos cuenta de que dicho individuo puede estar equivocado, pues podría creer que conoce las causas de lo que está sucediendo y realmente no saberlas o podría creer, movido por sus intereses y pasiones, que las causas son unas y no otras, o simplemente podría estar alucinando. Por eso, creo que en muchas ocasiones, en concreto en situaciones como ésta, una observación desde fuera, en frío, lo más lejos posible de dicho país y del sentir particular de cada uno de sus habitantes, es hasta beneficiosa. Así que me dispongo a reproducirla de forma bastante escueta por varios motivos, entre otros: 1) que no soy experto en política internacional, ni tampoco en política estadounidense, y 2) que para el análisis que realizo recojo información de diversas fuentes que muy posiblemente no sea completa, y que, con casi total certeza, en muchas ocasiones, está "un poquito manipulada" para hacer campaña en contra o a favor del ya presidente de los Estados Unidos.

Resumiré todo en dos factores fundamentales que no sólo afectan al pueblo norteamericano, sino que también están golpeando de lleno a los países europeos, y, en concreto, al país en el que me ha tocado vivir, España.

1) Desconfianza en las élites políticas tradicionales: En los sistemas políticos en los que vivimos, conocidos como democracias liberales, existe una discontinuidad enorme entre los representantes elegidos por los votantes, la clase política, y la mayoría de los ciudadanos del país en cuestión, lo que vulgarmente se llama gente o pueblo. Las democracias liberales son sistemas representativos que garantizan una serie de derechos y libertades a los ciudadanos de un país concreto, los cuales están recogidos en una constitución o declaración de derechos. En estos sistemas políticos una serie de individuos forman una serie de asociaciones que se llaman partidos a través de los cuales optan a gobernar el país para, en principio, mejorar la vida de los ciudadanos que decidieron votarlos. Así, realmente el pueblo elige, pero elige muy poco, porque únicamente participa en la vida política una vez cada x años introduciendo un papel en una urna. Estas clases dirigentes, autodenominadas socialistas, liberales, ecologistas, etc., en su mayoría, no cumplen las promesas que presentan a sus potenciales votantes y decepcionan enormemente a los que luego se deciden por votarles. Un claro ejemplo es la decepción que muchos norteamericanos se llevaron con Obama cuando antes de ser elegido presidente prometió que ordenaría la retirada de las tropas estadounidenses de Oriente Próximo y no lo hizo. Por este motivo -porque los gobernantes en cuanto llegan al poder, no sé si porque se corrompen o porque son unos embusteros, posiblemente haya de todo, hacen lo que les viene en gana y no cumplen casi ninguna promesa de las que hicieron en campaña- el pueblo, los que votan, en su mayor parte, se aburren de tanta palabrería y dejan de creer casi sistemáticamente en todo lo que digan estos individuos.

2) Este factor desencadena otro: los seres humanos necesitan soluciones a sus problemas. Necesitan unos médicos que los atiendan cuando caen enfermos, una serie de libertades para poder desarrollar sus vidas, una serie de ventajas y facilidades para hacerlo de forma idónea, etc. Por tanto, cuando aparece un individuo diferente que no pertenece a estas élites políticas y que ha estado del otro lado, del lado de los votantes y que también ha sentido el resentimiento de la mala gestión por parte de los gobernantes anteriores, y que así lo expresa en su discurso, como ha hecho Trump, este mensaje, lleno de rabia y odio, que hace ver a los ciudadanos, aunque puede que equivocadamente, que otro sistema de gobierno más beneficioso para ellos es posible, muchos se agarran a lo que el mismo piense o diga, y así sucede que, aunque el mensaje de algunos candidatos al gobierno de diferentes países sea, en parte radical, hace vibrar y emocionarse a estos individuos porque ven que, por fin, alguien se preocupa por ellos, y quiere mejorarles la vida, aunque sea a costa de echar a otros fuera de su país. Esto tiene que ver bastante con el típico dicho popular de agarrarse a un clavo ardiendo: la situación en el país es bastante negativa, x se presenta a las elecciones, el candidato x ha estado en nuestro lado y sabe lo mal que lo pasamos y lo descontentos que estamos, x es lo único que nos queda, x tiene que ser un buen gobernante. 

Ahora, en el concreto caso de Trump, el asunto todavía estaba más a su favor, pues, aunque emitiese varios mensajes desafortunados cargados de misoginia, homofobia y xenofobia, como también de ignorancia (me acuerdo cuando afirmó que el cambio climático era un invento de China para desacelerar la producción norteamericana de bienes: ¡estamos locos!), ha presentado una serie de medidas y propuestas que a cualquier ciudadano de cualquier país le encantarían. Ha prometido bajar los impuestos, instaurar un sistema fuerte de pensiones, construir un buen servicio de sanidad, etc. Por Dios, si a un ciudadano le prometen no pagar impuestos y seguir gozando de las mismas prestaciones o más, ¿se opondrá a dicha medida? 

Personalmente me parece un gobernante pésimo que va a necesitar de muchos asesores financieros y jurídicos para no acabar llevando a Estados Unidos a la bancarrota. Aparte de su mensaje anti-todoloquenoesnorteamericano, siendo norteamericano lo que él cree que es norteamericano, por supuesto. Pero, Estados Unidos ha elegido a su gobernante y ellos son responsables de dicha situación. Ellos tienen que responder ante su elección. Eso sí, de momento you couldn´t stump the Trump. Él ha conseguido lo que se había propuesto. ¿Durará mucho en el cargo?, ¿será víctima de un atentado porque no interesa a diferentes sectores con enorme influencia que siga en el poder?, ¿llevará a cabo lo prometido? Como dicen en las series de televisión: lo veremos en el próximo capítulo. De momento, espero que los políticos clásicos, los que se dedican única y exclusivamente a esto, reaccionen y comiencen a preocuparse por los ciudadanos de su país realmente. Quizá esto sirva de escarmiento para que todos espabilemos y hagamos las cosas mejor, tanto elegidos (que también son votantes) como electores.

Que tengan un buen día.