viernes, 29 de diciembre de 2017

El significado de la Navidad

Uno, que duda, muchas veces tiene que justificar sus acciones ante el Tribunal del Otro. Uno, que trata de pensar por sí mismo, ha de explicar en ocasiones por qué celebra una festividad que se fundamenta en principios y creencias muy alejadas de sus convicciones y pensamiento. Parece que uno, si duda, es escéptico, crítico e investiga, necesita dar explicaciones a los demás si celebra algo en lo que presumiblemente no cree. Pero, los demás, los que sí creen o aceptan para ser aceptados, no tienen que justificar nada, pues están dentro de ese protegido grupo de creyentes o "convenientes" que les otorga un estatus especial y que sirve como justificación de dicha actuación.

Escribo esto porque tengo que justificar, tanto ante mí mismo como ante los demás, por qué celebro la Navidad. Bien, muchos allegados ven extraño en mí, que intento ser filósofo y que soy especialmente crítico con el cristianismo y la figura de Cristo, el gusto que tengo por la Navidad y la importancia que le otorgo a las representaciones del nacimiento del Mesías. Algunos llegan a pensar que detrás de esta fachada de filósofo se esconde un ferviente creyente y otros que soy un completo hipócrita. Nada más lejos de la realidad. Ahora, a estos les explicaré qué es lo que sucede realmente.

Existe una figura, ficticia o real, eso no importa en lo que respecta a este asunto en demasía, central para el cristianismo, a saber: Jesucristo. En las fechas de Navidad se celebra su nacimiento. Más que posiblemente no nació en el período que hoy se le asigna, pero esta fiesta se trasladó a dicha época para eclipsar las celebraciones paganas del Solsticio de Invierno. Aun así, dejaré esta polémica a un lado, ya que es un asunto diferente. Volviendo al tema de Jesucristo, éste se muestra en los Evangelios oficiales y en la mayor parte de la doctrina cristiana como un personaje que ensalza los valores de piedad, humildad, compasión, generosidad, amistad, respeto, paz, firmeza, tranquilidad y bondad, los cuales son para mí deseables por completo y necesariamente aplicables en cualquier sociedad para que esta funcione como es debido.


 Así, Cristo se muestra como un ejemplo de lo que podemos llegar a ser con mucho esfuerzo. Entonces, celebrar su nacimiento no consiste en otra cosa que festejar y recordar que otra humanidad, la descrita en el Nuevo Testamento a partir de su voz y ensalzada en su figura, es posible. La Navidad, pues, para mí, no es más que eso, la celebración de que podemos ser mejores personas y podemos hacer de este un mundo mejor, así como también el examen colectivo y familiar de qué hemos hecho bien y qué mal, y, también, un marco que nos permite borrar las acciones equivocadas y/o poco afortunadas que hemos cometido, cargándonos de esperanzas en el comienzo de un nuevo ciclo en el que no cometamos los errores del pasado.

Por tanto, no importa en demasía que Dios exista, ni que Jesús lo haya hecho, ni si voy a la iglesia, ni si leo la Biblia, ni nada de eso en absoluto. Importamos nosotros, importa nuestra reflexión, nuestro examen, nuestras esperanzas, nuestras ganas de ir a mejor, nuestros propósitos, nuestro mundo, nuestras vidas. Y esto es lo que para mí se corresponde con la Navidad.



Que tengan todos felices fiestas, incluso los que no son de mi agrado.

martes, 6 de junio de 2017

No aprendemos

Quizá es una simple impresión, pero veo que al final todos los seres humanos somos iguales. Todos necesitamos odiar y amar de alguna forma. Sería estúpido defender que no somos diferentes, pues cada uno es indiscernible y único, pero lo que es cierto es que siempre nos comportamos igual. Hablamos mal de los demás cuando no están, y nos creemos siempre mejores que ellos, pues situamos nuestro criterio como pauta y guía universal presuponiendo que todo ha de satisfacer lo que este capricho demanda.

Pero no nos damos cuenta que lo que criticamos de otros lo hacemos nosotros también. Juzgamos a los demás como buenos o malos dependiendo de si lo que hacen es aceptado por dicho criterio o no. Y así estamos, sin cambiar lo más mínimo, esperando que algún día aparezca un boticario con una pócima mágica que sirva para curar estos defectos, o un mesías salvador que nos guíe por el recto sendero. Pero esperamos y no hacemos nada por cambiar. Nos quejamos y lamentamos, pero seguimos comportándonos igual sin intención de cambiar. "Es que yo soy así, es que yo soy así, y nada o nadie me va a cambiar"... No me imagino dónde estaríamos hoy si los grandes héroes y pensadores de la historia tuviesen esas ideas. ¿Qué sería del propio sistema capitalista, el cual se fundamenta en el cambio constante?, ¿qué sería de la enseñanza, la cual sirve para transformar a los sujetos desde bien pequeños?

Hemos de cambiar, pero a ver cómo.