lunes, 30 de abril de 2018

El absurdo de la vida

Quizá el sentido de la vida consista en buscárselo. Pero si uno busca mucho y nunca encuentra lo que pretende al final se cansa, se aburre. Sucede exactamente lo mismo en lo que respecta a asuntos cotidianos: uno busca sus gafas siendo incapaz de encontrarlas, lo que hace que al final cese la búsqueda. Se retira. Ya aparecerán, solemos decir.

Así me parece la vida, menos por el "ya aparecerán". A saber: una constante búsqueda de sentido que nunca llega a su fin. Y al no haber sentido se convierte en el mayor de los absurdos.


¿Para qué, pues, vivir si todo lo que hacemos carece de significado último?

¿Para qué intentar nada si todo se acabará diluyendo con el paso del tiempo?

¿Para qué, entonces, esforzarse si vamos a morir?


Para nada, pero aun así lo hacemos sin pensar. Hasta ese grado de absurdo llega nuestra vida. Es pura contradicción siempre que uno se pare a pensar en ella. Es consciente uno de que todo carece de sentido, pero aun así lo hace y se preocupa si no le sale bien. Hay algo, pues, detrás; un impulso que nos empuja, unas ganas de, una ambición que entra en constante conflicto con los planteamientos que llevamos a cabo al reflexionar.



Como en esa famosa película de Woody Allen se nos hace saber: "el cerebro dice muere y la sangre dice vive".