jueves, 25 de febrero de 2016

Vacía el Todo

Vacía tu mente y actúa. Actúa sin pensar, por la propia inercia del actuar. Deja que la naturaleza invada tu individualidad. Deja que el león, la hormiga y el elefante te dominen. Equilibra tu acción tomando una parte de cada uno de los seres que componen la naturaleza. Deja que en ti fluya el equilibrio; que el cosmos te arrebate y te permita ir más allá. Deja que la vida trascienda a la vida: funciona como un Todo dentro del Uno. Sé tú mismo la máxima expresión del mundo. Deja que tu cuerpo fluya. Deja que el Todo funcione. Sé una gota de agua, y a la vez, un bloque de piedra. Sé el cosmos, Sé orden y armonía. Sé vida.

martes, 2 de febrero de 2016

Honestidad por bandera

Hace siglos, en el período del Helenismo, época globalizada por excelencia, un grupo de pensadores, miembros de la escuela de la Stoa, entre los que podríamos destacar a Epicteto, advertían de que un sistema de pensamiento o de conducta no serviría para nada sino se llevaba a la práctica. Si su creador no era consecuente y cumplía con los preceptos predicados ese sistema se volvía nulo y carecía de todo valor. 

Spinoza, al que Voltaire llamó el ateo virtuoso por encarnar con excelencia los valores éticos que defendía, los cuales se sostenían sin presuponer la existencia de un ser trascendente, llevó la anterior sentencia a su máxima expresión. No le bastó con elaborar un sistema preciso y coherente, sino que lo intentó llevar a la práctica constantemente. No era un simple moralista que decía qué debíamos hacer y qué no, como podría ser, en algún caso, el conocido Séneca, sino que, era el primero en hacer caso a su propio mandato, intentando no caer nunca en la hipocresía.

Pasados muchos años, parece que no hemos aprendido que la honestidad es posiblemente la mayor facultad o virtud que el ser humano puede labrarse en esta vida, pues es la que permite que se generen lazos de confianza verdadera entre sí mismo y los demás, permitiendo un buen y sano funcionamiento de la comunidad, de menor a mayor escala, ¿se imaginan si todos los acuerdos y contratos tuvieran a la honestidad como testigo?...


Veo que hace poco, la alcadesa de Madrid dio una orden, la orden de retirar todos los símbolos "franquistas" (nacionalcatolicistas) de esa ciudad. Independientemente de lo posiblemente bellas que puedan ser algunas estatuas (sí, que Franco las haya mandado erigir no quiere decir que sean feas, como no es desagradable, ni mucho menos, la ópera de Wagner, reconocido antisemita, que no nazi) o del coste que pueda suponer todo esto para los ciudadanos -no olvidemos que estas operaciones se realizan con dinero público-, el problema que yo percibo es que se ha saltado la voluntad popular a la ligera. Tanto su partido como otros afines a Podemos están continuamente exigiendo que se lleven a cabo reférendums y consultas para que los ciudadanos elijan lo que deben hacer. Lo han exigido para Cataluña, el gobierno no lo ha permitido, cosa que a mí me parece desafortunada, pero, ni cortos ni perezosos, han decidido faltar a su propia palabra, a su exigencia y a su promesa, han decidido realizar lo mismo que lleva haciendo el PP gran cantidad de años cuando poseía mayoría absoluta: lo que me viene en gana.

No afirmaré en ningún momento que sea correcto que las estatuas erigidas en la etapa nacionalcatolicista de esta comunidad de ciudadanos se mantengan sin ningún tipo de cuestionamiento; si fuese únicamente por mí, sería partidario de eliminarlas, como también eliminaría las que se relacionan con el bando contrario (repúblicano), y no caeré en el absurdo juego lleno de ira, de sustituir el negro por el blanco, o el blanco por el negro, en el que llevamos sumidos tantos años. Pero lo que sí, es que si defendemos que los asuntos importantes para los habitantes de una comunidad han de consultarse a ellos mismos mediante diferentes tipos de procedimientos, haciendo que participen en la vida pública de una forma más directa, debemos aplicarlo día a día, no quedarnos en mera palabrería. Recordemos a los estoicos, recordemos a Spinoza.

lunes, 1 de febrero de 2016

Enseñadnos a ser felices, no matemáticas.



Después de todo, nadie se pregunta porque sufre ante una diversidad o se emociona demasiado ante una buena noticia. Quizá el origen de todo esto esté en nuestra infancia, y, muy posiblemente, la culpa no sea del todo nuestra. En la escuela nos enseñan a leer, escribir, sumar, restar, pintar, memorizar…, pero, ningún profesor se ha parado ante nosotros y nos ha dicho: “haz esto y serás feliz, o, al menos, estarás cerca de serlo”. Está claro que necesitamos habilidad, tiempo y ganas para dedicarnos a una tarea y sacarle partido de la mejor forma. Pero, también es cierto que si no se nos ha enseñado a afrontar cada cosa atendiendo a su gravedad y a aceptar la responsabilidad que la realización de cada una genera, difícilmente seremos capaces de gestionar tanto nuestros éxitos como nuestros fracasos. 



Y es que nos enseñan a hacer cosas mientras estamos vivos, pero no a vivir.