lunes, 28 de julio de 2014

La perfección de esta maravilla y la maravilla de la perfección.

El mundo, ese lugar tan preciado por cualquier criatura existente; el mundo, esa extensión que combina tristeza a mares y alegría a borbotones. Un sitio que no pide nada, un conjunto de cosas que obran de manera desinteresada, el mundo, ¡qué maravilla! El agua chorreando en una cascada, los ojos de un tigre, la grandeza de un elefante, la elegancia de una jirafa, la sabiduría de un viejo león, la velocidad de un guepardo, la potencia de un tiburón, la magnitud de una llanura, la forma de un valle, la firmeza de una montaña, la humildad de una hormiga, la prepotencia de una superestrella, el colorido de una galaxia, la debacle de una lluvia de meteoros, el resplandor de un astro, el mundo, el universo, el espacio inmenso, ¡qué perfección!

Quizá estemos ante el único mundo que haya existido, existe y existirá, a pesar de diferentes teorías que afirman que lo que percibimos es fruto de una mera ilusión o de una mala percepción sensorial, ¿sería capaz el mundo de crear algo para engañarse a sí mismo? Esta pregunta puede ser repugnante para muchos, pues el universo hoy conocido no es más que el resultado de diferentes combinaciones azarosas, las cuales proceden de otras de la misma esencia y las cuales se dan por arte de magía, por pura suerte. Piensen una cosa, cuando afirman que el mundo ha surgido por azar o fortuna de la nada; si antes que el universo no existía nada, no existía la existencia, valga la redundancia para que sea más comprensible y llamativo, y , por tanto, no existían sucesos de ningún tipo, ni posibles, ni imposibles, ¿cómo es posible que exista la suerte antes de cualquier suceso al que se le pueda aplicar?


Para los que intentan caer en el pesimismo al hablar de lo grandioso y magnífico que es todo lo que nos rodea, les diré que la vida es mucho más fácil cuando no hay nada de por medio, ni barreras ni ningún tipo de ser paranormal y que lo difícil sería mantener una postura respetuosa con todo lo demás, a pesar de que no exista ningún tipo de diseñador o fin en este designio ciego. Demostrar lo anterior es imposible y es el simple fruto de una teoría, pero demostrar lo contrario también lo es, entonces, ¿qué escogemos?

Para los que se bañan en optimismo al hablar del mismo tema, todo es más fácil cuando existe un diseñador de por medio o alguien arriba que dispone y manda, que dice lo que tenemos que hacer, pero , ¿y sí el diseñador está equivocado?, ¿acaso el ser humano, aun al ser supuestamente mucho más imperfecto que este ser, no puede realizar un razonamiento sobre algún aspecto más desarrollado que el anterior? Bajo mis humildes y dañadas lentes racionales, la respuesta es que sí, ya que, pensándolo profundamente, nadie es perfecto y Dios es un perfecto ejemplo, ya que si fuese tan grandioso, nada se le escaparía y, lamentablemente hay cosas que, sí, se le escapan y mucho.


Creo que ni el mejor y más grande ser deja de apreciar esta completísima y puntillosa obra, pues a cada rincón que miremos, a nada que alcemos la mirada, vemos que hay algo que se escapa a nuestra comprensión, hay algo más allá de todo este milimétrico entramado, algunos lo llaman Dios, otros azar, otros ni nombre le ponen, muchos se asustan y dejan el tema aparcado; pero, lo que sí, es que esa cosa, sea el azar, capaz de crear máquinas cuasi-perfectas ciegamente y de repetirlas e incluso mejorarlas, o sea Dios, capaz de hacer lo mismo pero gracias a su poder y de forma consciente, es lo mismo que ha hecho que todo exista, es algo realmente misterioso, algo mágico no quepa duda, ¿qué es mayor en la escala de milagros?, ¿qué el azar roce la perfección o que lo haga la obra de un ser inteligente?


lunes, 21 de julio de 2014

El agua; lo bueno puede ser malo y lo malo, ser mejor.

El petróleo está considerado en nuestra sociedad como el líquido por excelencia, del cual depende gran parte de nuestra actividad y vida, gomas, plásticos, combustible e incluso ropa, son componentes que podemos sacar de él. Impresionante lo que estos restos de seres vivos pueden hacer y lo que significan para nosotros; hay petróleo, hay poder, no hay petróleo, no hay poder. Pero el oro negro no es el líquido por excelencia en el planeta tierra, ni es el más necesario para nuestra especie, la humana. Existe otro capaz de dar vida y a la vez de quitarla en un suspiro, es el agua, H2O, un fluido esencial e insustituible en la vida de los seres humanos, compuestos en un 80% de esta sustancia y que han de estar bebiéndola durante cierto tiempo para no deshidratarse y no llegar a morir prácticamente disecados en los casos más extremos.

El agua, entre otras muchas aplicaciones, es útil para lavarse, para asearse, para tener un aspecto presentable, para expulsar las impurezas y suciedades que se hayan podido aposentar en alguna parte de nuestro cuerpo, y esto, aparte de permitir que seamos más atractivos, permite que nuestra vida sea más saludable, aumentando la higiene y alejando una gran cantidad de enfermedades. Entonces, el agua no solamente es donadora de vida sino que también es capaz de permitir que nos mantengamos con ella y útil para alargarla. A algunos les parecerá una tontería, pero ahora mismo, después de estas tres ventajas que este líquido aporta, lo veo bastante más importante que cualquiera de las cosas a las que estamos haciendo referencia continuamente; gastronomía, fútbol, música, moda, etc. El H2O es mucho más que eso y, aparte, es capaz de estar dentro de todo eso, cualquier comida que preparemos e ingiramos se compone de agua, aunque sea en una parte minúscula, los campos de hierba en los que se juega al balompié son regados también con esta sustancia, sin tener en cuenta la cantidad de sudor que los jugadores derrochan, sudor que está compuesto en gran parte por, adivinen, agua. Aunque no estemos continuamente haciendo referencias a este zumo transparente, incoloro e insípido, él las está pidiendo sin cesar, no cesa de gritarnos al oído, ¡Estoy aquí, hazme caso! Se esparce por todas partes, pero es tan inteligente que a la vez parece que no está en ningún sitio, fuente de todo, vida y muerte, permanece en la sombra, sin ser considerada como debería. Si galardonamos a estrellas, científicos, escritores, médicos y demás por su trabajo, ¿no deberíamos de galardonar al agua con el mayor reconocimiento posible?, ¿no deberíamos pararnos a pensar, de vez en cuando, que todos los que estamos aquí, los que hemos estado y los que vamos a estar no somos más que el fruto del trabajo de un líquido que no deja de moverse, el bendito agua?


¿Quién es capaz de dudar del poder de este magnífico fluido?, ¿Quién es capaz de dudar de todo lo que ha hecho por nosotros esta mágica sustancia? La mejor y peor especie que existe en este planeta, la especie humana, los hombres y las mujeres. Capaces de considerarse el tope en cualquier escalón evolutivo, capaces de considerarse los amos y señores de la tierra, actitud atrevida como mínimo. Grandes economistas y especuladores piensan que pueden poner precio al agua y pueden hacer de ella una posesión del hombre, los litros que caigan en este parcela son míos, es decir, todo lo que vaya a llover dentro de esta zona es mío y no de mi vecino. ¿Quienes se creen estos pintorescos personajes? Ya no es que le pongan precio al agua existente y que hagan que el H2O que esté en un sitio u otro pertenezca a personas diferentes, sino que son capaces de fijar las gotas que van a caer sobre un lugar y fijar una cantidad de dinero sobre cada una de ellas, las cuales son imaginarias, de momento no existen y son fruto de un cálculo a priori que puede resultar catastrófico y ser totalmente diferente a lo imaginado, eso sí, ya están vendidas, sino caen sobre tu parcela, mala suerte, pero el dinero está en mi bolsillo. 

Lo peor del asunto, es que estamos contaminando este oro líquido y transparente día tras día, con químicos y demás; polución de diferentes fábricas y talleres, gases, jabones y más diversas sustancias nocivas, todos los días cayendo sobre diferentes caudales de agua, estropeándolos cada vez más, haciendo que especies animales tengan que cambiar de lugar de residencia en el mejor de los casos y haciendo que sean capaces de adaptarse y desaparezcan.Contaminamos lentamente nuestra propia vida, en el Océano Pacífico existe una acumulación de plásticos enorme, los cuales son capaces de formar verdaderas islas del tamaño de la India, que por donde pasan, arrasan y que podemos ver incluso desde fuera de nuestro planeta, el agua cada vez se hace menos apetitosa y cada vez está más envenenada, hoy en día todavía podemos tratarla para hacer que sea apta para el consumo humano, pero llegará un punto en la historia de la película de la Tierra en que no pueda hacerse esto, por dos motivos muy claros, por falta de la misma, ya que el calentamiento global hace que mucha desaparezca, y por la extrema contaminación de la misma, llegada a tal nivel que seamos incapaces de tratarla, ese día, aparecerá el típico oportunista y mencionará las palabras mágicas: "ya os dije que el agua es muy buena, que nos da vida, que nos permite mantenerla, pero que cuando nos cruzamos en su camino, ya sea accidentalmente, como en un naufragio o permaneciendo perdidos en medio de una tormenta marítima, o bien, de forma  intencionada, contaminándola de la manera que lo estamos haciendo, nos castiga de la peor forma, haciendo que nos destruyamos con nuestra propia medicina, comiéndonos nuestra propia basura."


Espero que podamos seguir diciendo todos los días que el agua moja, el cielo es azul, y las mujeres..., las mujeres tienen secretos.

miércoles, 16 de julio de 2014

Reflexiones cuando me pica un pie

Que me pique un pie es algo normal y muy simple, algo que le pasa a todo el mundo, feos y menos feos, ricos y pobres, buenos y malos, a todos ellos les ha picado, al menos una vez en su vida. Los factores son muy numerosos, quizás un mosquito, tábano o abeja nos ha pinchado con su afilado y malévolo aguijón, quizás alguna pelusilla está paseando por él, o quizás, tenemos una herida con su costra ya a punto de desprenderse. Puede que tengamos hongos o varicela, cualquier cosa, eso sí, a todos nos ha pasado, siendo pesimistas, en al menos, una ocasión.

Los curiosos necesitan saber el por qué de las cosas y, por tanto, para conocer la causa del picor de alguna de sus pezuñas, deben conocer el entorno y conocerse a sí mismos, aparte de emplear en alguna ocasión la famosa Navaja de Ockham , la causa más sencilla es la presumiblemente acertada. Debemos saber dónde tenemos los pies, el clima del lugar, los insectos que puedan sentirse atraídos por nuestras extremidades inferiores y los corpúsculos de polvo o diferentes componentes que floten en nuestra cercanía. Cuando tengo la sensación de picor, miro hacia la zona afectada y a la vez me rasco, intentando solucionar esa circunstancia; si al mirar no veo nada extraño, descarto que el pie me pique por castigo y obra divina, uso el cerebro, que para algo lo tengo. Después de observar y descartar diferentes hipótesis, me fijo con más detalle en mi pie y observo una zona roja, irritada, he ahí el conflicto, esa irritación en la piel ha causado en mí ese escozor.


Por tanto, como a todos nos pican los pies, en cierto modo, todos tenemos características iguales y, por ello, somos semejantes al menos en ese aspecto. Uno podría ser rico y tener 7 coches, 4 casas y una piscina de 300 metros de longitud, pero aun así, en cualquier momento le picará un pie. Otro podrá ser pobre y vivir dentro de un barril como el entrañable Diógenes y también le pasará lo mismo. La vida es así, todos nacemos, todos necesitamos comer y lo hacemos, muchos nos reproducimos para que la especie sobreviva y siga con este ciclo, a todos nos pican los pies a no ser que no tengamos, y todos estamos destinados a morir, eso sí, una vez muertos, nunca vamos a sentir picazón en nuestras evolucionadas pezuñas, porque, por suerte o por desgracia, no sentimos, y este es otro aspecto importante, ya que al estar vivos, sentimos, padecemos y experimentamos, por tanto, si y solamente si estamos vivos nos pueden picar los pies.

En definitiva, somos iguales porque padecemos ese hormigueo en nuestros pinreles, ni reyes ni futbolistas dejan de padecerlo, por ventajas sociales y económicas que tengan. Somos humanos porque sentimos picazón en esa parte de nuestro cuerpo y cuando dejamos de serlo, al morir, no sentimos nada; alégrense, si algo nos escuece es porque estamos vivos y eso ni con todo el oro del mundo puede comprarse. Y, aunque parezca una chorrada, si nos pican los pies, somos filósofos, descartamos las causas más improbables, las máscaras de la realidad, para luego, razonando y observando, conocer el por qué del asunto, aparte de tomar la decisión más adecuada, con más pros y menos contras, que en este caso suele ser rascarse. ¿Todavía piensan que sentir picor no es relevante?


martes, 15 de julio de 2014

¿Sólo un partido de fútbol?

Podríamos decir que lo que ayer se disputó no era más que un simple partido de balompié, visto desde fuera, podría decirse que sí, sin duda. Pero, en el fondo, este sencillo encuentro, en el que dos equipos se enfrentaron, es bastante más que sólo un "partido de fútbol". Al término del mismo, se vieron las dos caras que tiene la vida, la bonita, la dulce y la deseable, la alegre, la feliz, la victoriosa... y la fea, la amarga, la no deseable, la triste, la del perdedor. Cuando las cosas nos salen bien, estamos contentos, reímos y hasta lloramos de la emoción. Cuando es al revés, estamos tristes, sufrimos y derramamos lágrimas por lo mal que nos va o nos ha ido.

Ayer, tanto alemanes como argentinos querían coronarse como campeones del mundo, unos por cuarta vez y, los otros, por tercera, una hazaña, que es de todo menos sencilla. Ganaron los teutones, como casi siempre, llevaban mucho tiempo a gran nivel y 24 años sin ganar este preciado título, se lo merecían, ya que lo habían rozado en numerosas ocasiones. Premio al trabajo, no cabe duda. Pero, los que tienen capital en Buenos Aires, también tenían sus motivos y sus armas, 28 años sin ser campeones, querían re-coronarse y hacer a Messi el mejor, si no lo es ya; a pesar de esto, Argentina había hecho el ridículo en otras ocasiones, batacazo en fase de grupos en Corea y Japón en 2002, derrota bochornosa 4 a 0 en Sudáfrica en 2010 frente a Alemania y demás citas que ahora mismo no soy capaz de recordar. Podríamos decir que, en esta ocasión, se ha premiado al trabajo, a la constancia y al esfuerzo; Alemania llevaba desde 2002, año en que fue derrotada por Brasil en la final, llegando a semifinales. Una anécdota que engrandece al combinado de Löw, es la Eurocopa de 2008, en la que, con un combinado muy limitado técnica y cualitativamente, se plantó en la final, la cual perdió contra la gloriosa España del tiki-taka, eso sí, haciendo un papel más que digno en la misma y tomando los mandos del partido en numerosas ocasiones. La selección germana es justa y merecida campeona, lo sería en cualquier deporte o disciplina, trabajo, trabajo y más trabajo; unión, cohesión, un equipo, una piña, los bávaros jugaron al fútbol como si toda la plantilla fuese un único futbolista; Messi de Argentina, Ronaldo de Portugal, incluso Robben de Holanda y Samaras de Grecia, todas las selecciones tenían su estrella, pero, ¿Alemania?, ellos no tenían una estrella, tenían un equipo, haciendo a todos los jugadores partícipes y protagonistas de la machada, de la gesta que muy pocos logran. 


Esta actitud de convertir a todos en uno, es sumamente positiva, nadie está por encima de nadie, todos somos bloques de un mismo muro, organizado bajo la batuta del mejor director de orquesta posible, Joachim Löw. Esto no es fútbol, esto es vida, si todos nos uniésemos y peleásemos como los teutones, ninguna crisis nos haría daño, si tirásemos del carro en una dirección y no en cuarenta, todo sería mejor y más fácil. Si todos fuésemos iguales, ni reyes, ni políticos, ni ningún hombre o mujer estaría por encima del resto, todos tendríamos asumido que nacemos, vivimos y morimos, nadie se puede librar de ello.


Es fácil tachar a los forofos del deporte fútbol como ignorantes, borregos o incluso fanáticos y fanatistas, es fácil no entender porque lloran, porque sufren o porque disfrutan, es difícil entender de que se sienten orgullosos, en definitiva, es sólo un deporte de 22 tíos siguiendo una pelota. Es muy simple decir que es sólo fútbol, que no hay nada más, que es un negocio, un cuento, un atrapa y engañabobos, una droga mediática, pero, después de tantos gritos, lloros, lágrimas y risas, es más fácil pensar que esto no es sólo un deporte, sino algo más, esos aficionados que se llevan la mano al pecho al escuchar el himno de su país, esos forofos que lloran la muerte de un famoso futbolista como la de un familiar propio, esos futbolistas que cantan el himno de su nación y lloran con él, esos jugadores que se parten la cara, el pecho y las rodillas, no para ganar, sino para, por lo menos, perder con dignidad. El sufrimiento que sentimos cuando nuestro equipo querido pierde una gran final o pierde su categoría, ese sentimiento, ese misterio que nos hace vibrar, esa mística del fútbol que muy pocos o nadie entiende, pero que muchos sienten y padecen, esa segunda religión, el balompié; ¿sólo un deporte? Después de todo, es, por lo menos, difícil de afirmar.



miércoles, 9 de julio de 2014

El derecho de ganar o el deber de la victoria.

Derechos tenemos todos, nadie puede ponerlo en duda, eso sí, a pesar de que la mayoría de los sistemas propongan la igualdad de los mismos en todas las personas, a la hora de la verdad no es así. No todos gozamos de los mismos derechos, o al menos, no todos podemos hacerlo, por ejemplo, si no somos jugadores de tenis y no se ha dado un punto o una fuera dudosa, no podemos pedir al juez que utilice el ojo de halcón. De ese beneficio sólo pueden gozar ellos y no el resto de personas. El mismo caso se daría con el capitán de un equipo de rugby o fútbol, cuando se produce un lance dudoso en el juego que el colegiado sanciona beneficiando o perjudicando a un equipo, el máximo representante del mismo, el capitán, puede protestar, siempre de manera respetuosa, la acción, al árbitro. Por tanto, tiene un derecho por encima de los demás, el de protestar, o mejor dicho, reclamar. Es una absoluta mentira que todos gocemos de los mismos derechos y libertades, no hay más que leer lo previamente expuesto para auto-convencerse de ello. Que no nos engañen, derechos tenemos todos y muchos, pero no los mismos que un bombero, un policía, un futbolista o un tenista. Tampoco tiene los mismos derechos una persona en paro que otra con trabajo, obvio y cristalino.


Otro aspecto, serían los deberes, los cuales son obligaciones que recaen sobre todos nosotros, y aquí, sí que coinciden, mucho más, los pertenecientes a unos y otros. Todos tenemos que pagar impuestos, bien es cierto que la cantidad de dinero que aflojemos, depende en cierta medida, de nuestra renta, pero al fin y al cabo, tenemos esa obligación, la de pagar unas tasas al Estado. Tenemos la obligación de respetar la bandera de nuestro país o nación y las de las diferentes comunidades autónomas, obligados, en cierto modo, a saber comunicarse en castellano, al ser la lengua oficial del Estado. Se podrían reconocer las obligaciones como "no-derechos", es decir, impedimentos de algún tipo de los mismos, por ejemplo:

El rey, al ser el Jefe del Estado, ha de ser imparcial y no mojarse a la hora de hablar de política, tampoco puede votar en unas elecciones. Por tanto, no tiene derecho a voto, o lo que es lo mismo, está obligado a no votar o tiene el deber de no hacerlo. Yo, en cambio, aunque no recibo un salario de más de 120.000 € al año por parte del Gobierno, puedo hablar de política públicamente y puedo votar a quien me venga en gana.

Sigue siendo mentira, pues, que todos, hombres y mujeres, nazcamos con los mismos derechos y obligaciones, y eso que vivimos en "la sociedad más justa posible", imagínense la más injusta, ¡Qué horror!



Un punto que está muy presente en nuestras vidas es el de ganar, ganar en cualquier juego o deporte. Esto consistiría en salir victorioso de una lucha o guerra contra uno o varios rivales, por parte de un hombre o un equipo. Ganar queremos todos, ya lo decía Jorge Valdano, gran jugador y mejor persona (como siempre se dice), ¿Es ganar un derecho o, por el contrario, es un deber? Si se entiende como una obligación, haría que una serie de intereses por parte de diferentes oponentes se pusiesen cara a cara y triunfasen unos sobre otros. El deber de ganar llevado a cabo por unos, haría que otros no lo lograsen, algo injusto y poco coherente, ya que si todos tenemos el deber de hacerlo, todos tenemos que hacerlo, entonces, ¿por qué unos lo hacen y otros no? Considero que es menos atrevido y más lógico, establecer el acto de ganar como un derecho, algo a lo que podemos aspirar, pero a lo que no muchos logran llegar, no es fácil, hay que esforzarse. Todos tenemos las mismas ganas de vencer, todos tenemos el mismo derecho de batir a nuestro oponente, todos, más o menos limitados por nuestras capacidades, tenemos, en principio, las mismas posibilidades de triunfar que el resto; si Tahití fuese al Mundial de Rusia de 2018 (hablamos de fútbol) , tendría el mismo derecho y las mismas posibilidades de salir victoriosa que los 31 equipos restantes, aunque a priori venga de una confederación más débil, como es Oceanía y se la considere como "La Cenicienta" del grupo de la muerte formado por Brasil, Italia y Alemania. Tahití empieza la competición con su casillero a cero como el resto de combinados nacionales, tiene derecho a ganar, como los demás, aunque presumiblemente no las mismas ganas, ya que las grandes potencias, al saborear el éxito de hacerlo, quieren repetir, para así también tallar sus nombres en el Olimpo.


jueves, 3 de julio de 2014

El problema es que no existe ningún problema.

Desde tiempos inmemoriales, el ser humano se ha diferenciado del resto de animales; por supuesto, tiene dos brazos y dos piernas, camina erguido sobre ellas y goza de una profunda capacidad intelectual y comunicativa. ¿Cuándo hemos dado ese salto? Es muy atrevido decir que somos mejores que los animales, no cabe duda, pero tenemos algo, Dios sabe qué, que nos hace sentirnos así y que por momentos nos hace, incluso, hasta serlo. Quizás una mente ordenadora y caprichosa ha introducido en nosotros una serie de capacidades para así serlo, quién sabe. A pesar de todo, hemos de aprender bastante de nuestros compañeros de hábitat, demasiadas lecciones les quedan por darnos, bendita superioridad la nuestra que nos permite apreciar las desventajas que tenemos sobre el resto. Quizás una de nuestras más preciadas características sea la de aprender de los errores de la forma más dolorosa, errando y volviendo a errar. Dicen que el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra, yo no tropiezo en tan pocas ocasiones, puede que lo haga unas quince o veinte, pero, al fin y al cabo, en un momento u otro, provocado por mi reducida lucidez, apartaré la piedra del camino y continuaré con mi ruta, sin tener que alejarme de la piedra o cambiar mi dirección; pequeña desventaja, aunque bien enfocada es una enorme ventaja.


Maldito egoísta y caprichoso al que se le ocurrió permitirnos existir, nos ha obligado a estar continuamente quitándonos piedras de los zapatos y de los caminos por donde pasamos. Que sencilla es la vida de una planta, que cómoda, sutil y envidiable parece; me encantaría ser una roca, observando impasible las idas y venidas del Sol, y percibiendo como todo a mi alrededor crece y se desvanece en ese proceso tan maravilloso que es el de la vida. El viento golpeándome suavemente y yo, un guijarro, testigo mudo de todo lo que acontece; pero he ahí el problema, la mudez. ¿Para qué saber cosas sino podemos transmitirlas? Ya no me refiero a transmitir a los demás, sino a nosotros mismos, seríamos mudos tanto para hablar como para pensar, a pesar de esto, bendita y sencilla vida vegetal, sin preocupaciones, sin dolor y sin estrés. 

Si fuese una roca, seguramente querría ser un humano y ahora que soy lo último, quiero ser lo primero, cosas que pasan, cuando se tiene una cosa se quiere otra y viceversa. Realmente no tiene sentido, pero así es, quizá evolucionar no sea tan bonito como lo pitan y las cosas por ser complejas no van a ser mejores, muchas veces, cuanto más sencillas, más beneficiosas. Somos expertos en complicarnos la vida, si los primeros utilitaristas levantasen la cabeza...

Puede que el peor problema de nuestras vidas es que no haya ningún problema o que no haya nada que nos empuje a actuar, cuando tenemos inquietudes o problemas de diferente tipo, cuando tenemos necesidades, es cuando damos la talla y el do de pecho; una vida sin problemas no merece la pena ser vivida, siendo humanos, por supuesto, si fuésemos piedras, sería fabuloso, pero no lo somos. Problemas venid a mí, me encantan los retos, y si pueden ser difíciles mejor, le dan sentido a mi vida. El verdadero sentido de la vida no es estar informado, sino vivir el misterio, el misterio de no saber cómo solucionaré mis conflictos o el de la incertidumbre que el futuro trae consigo. No conocemos el sentido de la vida y debemos encontrarlo para que así exista.