lunes, 11 de febrero de 2019

Un dios inconcebible

Llevaba tiempo sin entrar en este blog. Mucho más sin escribir cosa alguna y otro tanto sin hacerla pública. Entre una cosa y otra me he olvidado de mi verdadera vocación: la de pensar mientras escribo o escribir mientras pienso. Pero, eso sí, nunca he dejado de pensar. No soy capaz, quizá es que sea adicto. No lo sé.

En todo este tiempo he pensado sobre muchas cosas. Fundamentalmente en estudiar, pero también he tenido tiempo para distraer mi mente con otros asuntos. Y la verdad es que mis preocupaciones no han cambiado en demasía a lo largo de los años. El eje central de toda mi reflexión siempre ha sido Dios y siempre lo será. Alguna deuda pendiente, quizá. En fin, él lo sabrá. A pesar de esto no quiero que os asustéis, no soy un predicador ni cosa semejante, sino un simple filósofo que juega con su lenguaje y su pensamiento para alcanzar el conocimiento de un ente que de existir está muy por encima de él. Así, mi reflexión en torno a Dios no parte de un fundamento religioso ni mucho menos, si no que lo que pretendo con la misma es comprender en profundidad el concepto que define a tal individuo, como encontrar evidencias en contra o a favor de su existencia, sobre todo esto último. He de decir que todavía no las he encontrado. Quizá por mi limitada e imperfecta naturaleza. Quiero incidir en esto, a saber: en la limitación y la imperfección. Más bien en su contrario. Veamos.

Desde el contexto cristiano Dios se define como un ente perfecto e ilimitado, es decir, como una entidad a la que no le falta nada absolutamente y que, a la vez, no posee ningún tipo de necesidad o determinación, pues nada hay más poderoso o inteligente que él. Es omnipotente, omnisapiente y goza de todas esas clásicas características que ya todos conocemos de sobra. A su vez, esta deidad crea el mundo desde la nada otorgando un especial lugar en el mismo a los seres humanos para que logren ser felices en la vida terrenal, pero sobre todo en la que tendrán tras el proceso físico de la desintegración del compuesto alma y cuerpo.


En fin, mi inquieta mente no puede pasar estas cuestiones por alto y necesita profundizar en las mismas para tratar de comprenderlas en la medida de lo posible. Realmente no es capaz de entender nada en absoluto. Si la finalidad de Dios al crear el mundo es nuestra felicidad, ¿no contradice eso su perfección e ilimitación inicial? Y es que si no le falta nada en absoluto, ¿para qué demonios crea nada? Si es perfecto, en teoría, debería de estar enteramente colmado sin ningún tipo de preocupación ni finalidad, puesto que esto implicaría que le faltara algo (ya lo apuntó un sefardí excomulgado en su obra cumbre hace casi 400 años). Por tanto, resulta para mi mente inconcebible que un ente que posee absolutamente todo, que no tiene ningún tipo de fijación ni de necesidad, porque goza de la característica de máxima grandeza (como se apunta en el Argumento Ontológico el Ser Máximamente Grande es el que posee las GMP (Propiedades que Engrandecen, en inglés), las cuales son, entre otras: Amor, Omnipotencia, Perfección Moral, Omnisciencia, etc.), cree el mundo y quiera que los seres humanos sean dichosos en él.

Y es que este dios realmente es inconcebible. Pero sabe Dios si existe.

Hasta la próxima.