jueves, 30 de octubre de 2014

El ingenio de Jack el Tacaño y las calabazas de Halloween

Cuenta una leyenda irlandesa que una vez existió un perezoso y astuto granjero que se dedicó a robar a los aldeanos de su pueblo parte de su vida. 



Se dice que en la  noche de brujas, 31 de octubre, este hombre, bebiendo en una taberna, se encontró con el diablo y le ofreció su alma a cambio de un trago. Cuando bebieron los dos de sus respectivas jarras, Jack le dijo al demonio que para hacer gala de su poder se transformase en moneda y así poder pagarle al tabernero, éste no dudó y se convirtió en lo que le ordenó, con la mala fortuna de que el granjero no pagó las bebidas de ambos, sino que guardó esa moneda en su bolsillo al lado de una cruz de plata que llevaba ahí, así, el diablo no pudo volver a su estado inicial. Jack le ordenó que le déjase en paz durante años, sino nunca saldría de ahí, él accedió y después de un tiempo se volvió a aparecer y reclamó el alma del granjero pero, éste, rápidamente le pidió un deseo, que cogiera una manzana de un árbol al que había señalado, el diablo hizo lo que le ordenó y Jack, realmente astuto, talló varias cruces de madera cerca de ese árbol y así el poder del señor de las tinieblas se vio de nuevo contrarrestado, el último deseo de nuestro amigo el Tacaño era que el diablo lo déjase en paz y, así lo hizo, no volvió a saber nada más de él hasta el día de su inevitable muerte.

 

Al ser Jack un hombre realmente malo y al llevar una vida nada digna para poder entrar en el Cielo, no pudo por ende dirigirse hacia el mismo, así que bajó a los infiernos pero el diablo lo reconoció y cumplió su promesa, no quiso llevarse su alma, así que le ordenó que se fuese por donde había venido, dándole un carbón iluminado que el mismo introduciría dentro de un nabo para que el viento no lo apagase, condenándolo a vagar durante la eternidad por cualquier camino.




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