Hace poco, serbios y albanos se peleaban y dejaban una
imagen bochornosa para la historia, los motivos no los sé, pero el sentimiento
que esa trifulca generó en mí, no fue, para nada, algo positivo. Ver como un
grupo de individuos bajaba al campo e intentaba agredir a los jugadores, me
pareció el peor de los espectáculos posibles, no sé si sería culpa de Mitrovic´
al coger la bandera de un “drone” que le sobrevolaba la cabeza o si lo fue del
hermano del primer ministro albanés, al ordenar que se hiciese eso, lo que sí,
es que, pagar para ver un partido y bajar al campo a agredir a quienes están
dando el espectáculo que tú habías demandado, es sencillamente vergonzoso.
Es cierto que en el mundo del balompié, todos estamos
continuamente peleando, siempre defendiendo los intereses del equipo al que
abanderemos, si ha jugado mejor, si lo ha hecho peor, si tiene más títulos, si
es más efectivo. Las rivalidades forjadas a partir de este deporte son enormes y
más lo son las reforzadas con el mismo que ya venían de mucho antes de que el
fútbol existiese, así, en una misma ciudad, el equipo azul es inferior al
equipo rojo, el cual tiene 4 copas de Europa, pero el primero, consigue ganarle
los partidos ligueros, aquí empieza la batalla; mi equipo es más grande, ha
ganado muchas más cosas; el nuestro es mejor, siempre os ganamos aunque contra
otros combinados triunféis. Otros discuten sobre si es mejor que la camiseta
sea rojiblanca o solamente blanca o si es mejor que su equipo represente a un
país o a otro determinado. Nadie puede dudar de que si en esta disciplina
mundial no existiesen rivalidades, no tendría ningún sentido que fuese un deporte,
pues sino las hubiese, no habría partidos, ya que, ningún equipo querría ganar
y lo que esto conlleva, vencer a los demás. Es necesaria la existencia de
hinchas que representen a otra entidad futbolística y luchen por ella de una
manera civilizada por supuesto, pero lo que sobra es descalificar a las
personas por el equipo que hayan elegido, que muchas veces, por suerte o
desgracia, no es escogido, sino introducido en sus mentes por nuestros
parientes o amigos en nuestros primeros años de vida, algo así como las
creencias religiosas.
Nadie puede matar al hincha de un equipo rival, porque sin
él su vida de forofo no tendría ningún sentido. Si expreso mis sentimientos con
respecto al combinado que yo amo, es para que otros lo perciban y vean, en
cierto modo, que me siento enormemente orgulloso de serle fiel. ¿Qué sentido
tendría ya no la vida, sino la “existencia futbolística” de un madridista sino
existiese el FC Barcelona y todo lo que éste representa?, ¿A cuántos
deportivistas aburriríamos si el Celta dejase de existir? Necesitamos todos
estos opuestos para, por lo menos, sentirnos felices. Nada nuevo, también
podemos decir que la vida de un antifascista no sería del todo plena sino
existiese el régimen fascista o sino hubiese existido, por muy injusto y
asqueroso que pudiese haber sido.
Llegados a este punto, algunos vemos que no es necesario
agredir a una persona que defienda otros intereses ni que tenga unos gustos
diferentes, sino que realmente es algo enriquecedor, pues si vemos que lo
nuestro es más adecuado o mejor, nos sentiremos orgullosos y crecidos cuando
toque la hora de defender nuestras ideas, sin ninguna necesidad de atacar
irrespetuosa o violentamente a nuestro bendito y necesario adversario.
Con el paso del tiempo veo menos necesidad de ser de un
equipo u otro; más que eso, no veo necesidad entre la lucha de diferentes
aficiones y diferentes ideologías acerca del fútbol, pues, como en la vida, hay
diversas formas de hacer y entender las cosas. No soy capaz de renegar del
Dépor, pero ya no necesito insultar a otros jugadores o equipos para disfrutar
del fútbol, creo que he ido un paso más allá y que todos deberíamos hacerlo, al
fin y al cabo, lo importante es vivir respetado y respetando, no morirse porque
un cuerpo de forma esférica no quiera entrar en una estructura rectangular
protegida por un escuadrón de zagueros, ¡que viva el fútbol y quien lo sepa vivir!
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