martes, 21 de octubre de 2014

Cuando el fútbol deja de ser una guerra

Hace poco, serbios y albanos se peleaban y dejaban una imagen bochornosa para la historia, los motivos no los sé, pero el sentimiento que esa trifulca generó en mí, no fue, para nada, algo positivo. Ver como un grupo de individuos bajaba al campo e intentaba agredir a los jugadores, me pareció el peor de los espectáculos posibles, no sé si sería culpa de Mitrovic´ al coger la bandera de un “drone” que le sobrevolaba la cabeza o si lo fue del hermano del primer ministro albanés, al ordenar que se hiciese eso, lo que sí, es que, pagar para ver un partido y bajar al campo a agredir a quienes están dando el espectáculo que tú habías demandado, es sencillamente vergonzoso.

Es cierto que en el mundo del balompié, todos estamos continuamente peleando, siempre defendiendo los intereses del equipo al que abanderemos, si ha jugado mejor, si lo ha hecho peor, si tiene más títulos, si es más efectivo. Las rivalidades forjadas a partir de este deporte son enormes y más lo son las reforzadas con el mismo que ya venían de mucho antes de que el fútbol existiese, así, en una misma ciudad, el equipo azul es inferior al equipo rojo, el cual tiene 4 copas de Europa, pero el primero, consigue ganarle los partidos ligueros, aquí empieza la batalla; mi equipo es más grande, ha ganado muchas más cosas; el nuestro es mejor, siempre os ganamos aunque contra otros combinados triunféis. Otros discuten sobre si es mejor que la camiseta sea rojiblanca o solamente blanca o si es mejor que su equipo represente a un país o a otro determinado. Nadie puede dudar de que si en esta disciplina mundial no existiesen rivalidades, no tendría ningún sentido que fuese un deporte, pues sino las hubiese, no habría partidos, ya que, ningún equipo querría ganar y lo que esto conlleva, vencer a los demás. Es necesaria la existencia de hinchas que representen a otra entidad futbolística y luchen por ella de una manera civilizada por supuesto, pero lo que sobra es descalificar a las personas por el equipo que hayan elegido, que muchas veces, por suerte o desgracia, no es escogido, sino introducido en sus mentes por nuestros parientes o amigos en nuestros primeros años de vida, algo así como las creencias religiosas.


Nadie puede matar al hincha de un equipo rival, porque sin él su vida de forofo no tendría ningún sentido. Si expreso mis sentimientos con respecto al combinado que yo amo, es para que otros lo perciban y vean, en cierto modo, que me siento enormemente orgulloso de serle fiel. ¿Qué sentido tendría ya no la vida, sino la “existencia futbolística” de un madridista sino existiese el FC Barcelona y todo lo que éste representa?, ¿A cuántos deportivistas aburriríamos si el Celta dejase de existir? Necesitamos todos estos opuestos para, por lo menos, sentirnos felices. Nada nuevo, también podemos decir que la vida de un antifascista no sería del todo plena sino existiese el régimen fascista o sino hubiese existido, por muy injusto y asqueroso que pudiese haber sido.

Llegados a este punto, algunos vemos que no es necesario agredir a una persona que defienda otros intereses ni que tenga unos gustos diferentes, sino que realmente es algo enriquecedor, pues si vemos que lo nuestro es más adecuado o mejor, nos sentiremos orgullosos y crecidos cuando toque la hora de defender nuestras ideas, sin ninguna necesidad de atacar irrespetuosa o violentamente a nuestro bendito y necesario adversario.

Con el paso del tiempo veo menos necesidad de ser de un equipo u otro; más que eso, no veo necesidad entre la lucha de diferentes aficiones y diferentes ideologías acerca del fútbol, pues, como en la vida, hay diversas formas de hacer y entender las cosas. No soy capaz de renegar del Dépor, pero ya no necesito insultar a otros jugadores o equipos para disfrutar del fútbol, creo que he ido un paso más allá y que todos deberíamos hacerlo, al fin y al cabo, lo importante es vivir respetado y respetando, no morirse porque un cuerpo de forma esférica no quiera entrar en una estructura rectangular protegida por un escuadrón de zagueros, ¡que viva el fútbol y quien lo sepa vivir!




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