lunes, 13 de octubre de 2014

La pausa del movimiento y la aceleración del reposo.

Hemos tardado miles de años en hacer saber a nuestra especie que nuestro planeta es redondo y que gira al rededor del sol cada 365-6 días y rota sobre su eje cada 24 horas, teniendo, a su vez, un pasajero VIP, la luna, que gira a nuestro alrededor, haciendo que las mareas se vean alteradas.

Hablemos de Aristarco de Samos, de Copérnico, de Giordano Bruno, de Johannes Kepler, de Tycho Brahe, hombres que influyeron en nuestra actual visión del universo de manera impresionante. Todos ellos coincidían en afirmar que la Tierra era redonda y que giraba, alrededor del Sol o no, pero que lo hacía. Sin duda, Galileo se lleva la palma, con su fiel telescopio observó el cosmos y con lo que vio, afirmó que los sentidos nos engañan, nos juegan malas pasadas, que no siempre debemos fiarnos de ellos. Luego Descartes llevaría todo eso hasta el extremo, dudando de todo cuanto nos rodea.

Casualmente, vemos que todo lo que existe está en constante movimiento, una hoja movida por el viento, un perro que busca comida, una mariposa que revolotea entre las flores, una planta que crece lenta pero inexorablemente, nosotros mismos. Parménides de Elea afirmaba que a pesar de las apariencias mutables y dinámicas, todo forma parte del Uno, el cual nunca cambia, siempre es y permanece inalterable. Un fiel discípulo del anterior pensador, Zenón de Elea, utilizó un elaborado y sutil argumento para defender su teoría; imaginen que lanzamos una flecha, si pudiésemos observar donde permanece en cada instante, la percibiríamos como un objeto quieto, que no se mueve, entonces, si la flecha está detenida en cada momento, ¿se estará moviendo en el conjunto de los mismos?


Los sentidos nos hacen ver que todo lo que existe fluye, que todo cambia, que nada permanece fijo, pero la razón a veces nos lleva a pensar esto, pues, aunque una manzana madure demasiado y se acabe pudriendo, siempre será una manzana, siempre tendrá esa esencia, incluso cuando nos la hayamos comido nosotros, la interiorizaremos. 

Al fin y al cabo, todavía no sabemos cómo es la realidad que nos rodea.


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