martes, 15 de julio de 2014

¿Sólo un partido de fútbol?

Podríamos decir que lo que ayer se disputó no era más que un simple partido de balompié, visto desde fuera, podría decirse que sí, sin duda. Pero, en el fondo, este sencillo encuentro, en el que dos equipos se enfrentaron, es bastante más que sólo un "partido de fútbol". Al término del mismo, se vieron las dos caras que tiene la vida, la bonita, la dulce y la deseable, la alegre, la feliz, la victoriosa... y la fea, la amarga, la no deseable, la triste, la del perdedor. Cuando las cosas nos salen bien, estamos contentos, reímos y hasta lloramos de la emoción. Cuando es al revés, estamos tristes, sufrimos y derramamos lágrimas por lo mal que nos va o nos ha ido.

Ayer, tanto alemanes como argentinos querían coronarse como campeones del mundo, unos por cuarta vez y, los otros, por tercera, una hazaña, que es de todo menos sencilla. Ganaron los teutones, como casi siempre, llevaban mucho tiempo a gran nivel y 24 años sin ganar este preciado título, se lo merecían, ya que lo habían rozado en numerosas ocasiones. Premio al trabajo, no cabe duda. Pero, los que tienen capital en Buenos Aires, también tenían sus motivos y sus armas, 28 años sin ser campeones, querían re-coronarse y hacer a Messi el mejor, si no lo es ya; a pesar de esto, Argentina había hecho el ridículo en otras ocasiones, batacazo en fase de grupos en Corea y Japón en 2002, derrota bochornosa 4 a 0 en Sudáfrica en 2010 frente a Alemania y demás citas que ahora mismo no soy capaz de recordar. Podríamos decir que, en esta ocasión, se ha premiado al trabajo, a la constancia y al esfuerzo; Alemania llevaba desde 2002, año en que fue derrotada por Brasil en la final, llegando a semifinales. Una anécdota que engrandece al combinado de Löw, es la Eurocopa de 2008, en la que, con un combinado muy limitado técnica y cualitativamente, se plantó en la final, la cual perdió contra la gloriosa España del tiki-taka, eso sí, haciendo un papel más que digno en la misma y tomando los mandos del partido en numerosas ocasiones. La selección germana es justa y merecida campeona, lo sería en cualquier deporte o disciplina, trabajo, trabajo y más trabajo; unión, cohesión, un equipo, una piña, los bávaros jugaron al fútbol como si toda la plantilla fuese un único futbolista; Messi de Argentina, Ronaldo de Portugal, incluso Robben de Holanda y Samaras de Grecia, todas las selecciones tenían su estrella, pero, ¿Alemania?, ellos no tenían una estrella, tenían un equipo, haciendo a todos los jugadores partícipes y protagonistas de la machada, de la gesta que muy pocos logran. 


Esta actitud de convertir a todos en uno, es sumamente positiva, nadie está por encima de nadie, todos somos bloques de un mismo muro, organizado bajo la batuta del mejor director de orquesta posible, Joachim Löw. Esto no es fútbol, esto es vida, si todos nos uniésemos y peleásemos como los teutones, ninguna crisis nos haría daño, si tirásemos del carro en una dirección y no en cuarenta, todo sería mejor y más fácil. Si todos fuésemos iguales, ni reyes, ni políticos, ni ningún hombre o mujer estaría por encima del resto, todos tendríamos asumido que nacemos, vivimos y morimos, nadie se puede librar de ello.


Es fácil tachar a los forofos del deporte fútbol como ignorantes, borregos o incluso fanáticos y fanatistas, es fácil no entender porque lloran, porque sufren o porque disfrutan, es difícil entender de que se sienten orgullosos, en definitiva, es sólo un deporte de 22 tíos siguiendo una pelota. Es muy simple decir que es sólo fútbol, que no hay nada más, que es un negocio, un cuento, un atrapa y engañabobos, una droga mediática, pero, después de tantos gritos, lloros, lágrimas y risas, es más fácil pensar que esto no es sólo un deporte, sino algo más, esos aficionados que se llevan la mano al pecho al escuchar el himno de su país, esos forofos que lloran la muerte de un famoso futbolista como la de un familiar propio, esos futbolistas que cantan el himno de su nación y lloran con él, esos jugadores que se parten la cara, el pecho y las rodillas, no para ganar, sino para, por lo menos, perder con dignidad. El sufrimiento que sentimos cuando nuestro equipo querido pierde una gran final o pierde su categoría, ese sentimiento, ese misterio que nos hace vibrar, esa mística del fútbol que muy pocos o nadie entiende, pero que muchos sienten y padecen, esa segunda religión, el balompié; ¿sólo un deporte? Después de todo, es, por lo menos, difícil de afirmar.



No hay comentarios:

Publicar un comentario