jueves, 7 de marzo de 2019

Suicidas: Tan cobardes, tan valientes.

   A caballo entre los siglos XVI y XVII un tal Hugo de Groot sienta las bases de lo que serían las teorías contractualistas modernas, que más tarde transitarán Hobbes, Locke y compañía. Consideraba que el ser humano posee el derecho de usar su cuerpo como un objeto, pero no de forma absoluta, pues en última instancia éste le corresponde a él a modo de alquiler. Dios le concede al hombre un cuerpo para que pueda vivir, pero no permite que haga con él ciertas cosas porque en última instancia pertenece a su creador. Así, el suicidio para el filósofo neerlandés estaba completamente prohíbido, pues estaríamos atentando contra las posesiones divinas.

  ¿Y por qué comienza a hablar del suicidio a través del pensamiento de Hugo de Groot? Sencillamente porque hizo hincapié en él y lo presentó como un grave delito y pecado. Bien es cierto que con anterioridad otros filósofos, fundamentalmente en el período helenístico, reflexionaron acerca de esta situación, como fue el caso de Séneca fundamentalmente, quien, dada su condición estoica, consideró que cuando un individuo no es capaz de enfrentarse a las circunstancias que la vida le presenta ha de desaparecer del teatro del mundo de la forma más digna posible: quitándose la vida voluntariamente. Ya en la Posmodernidad y en nuestro tiempo, llámesele a este como se quiera, el tema del suicidio ha estado mucho más presente en el pensamiento de todos los filósofos: Cioran, Nietzsche, Schopenhauer, Camus, Sartre, etc.

   Lo que pretendo destacar fundamentalmente es que todos estos pensadores, sean del tiempo que sea, consideran o bien que el suicidio es algo positivo o que es algo negativo. Sería positivo en el caso de Séneca cuando las circunstancias lo exijan, cuando uno no está preparado para afrontarlas. Mientras que en el caso de muchos de los autores de la Posmodernidad el suicidio también sería algo positivo, pues evitaría el sufrimiento y la incertidumbre propios de la vida de cualquiera. En el caso de Hugo de Groot y de muchos pensadores influenciados profundamente por el Cristianismo la aniquilación voluntaria de la vida se percibe como algo enteramente negativo, pues aparte de inhabilitarnos para cumplir los Mandamientos Divinos y dirigirnos en el momento de nuestra muerte al Paraíso, estamos atentando contra la Voluntad Divina, ya que Dios nos otorga un cuerpo para vivir y nos prohíbe tajantemente el suicidio.



  Ahora bien, el suicidio no es exclusivamente algo positivo o negativo dependiendo del prisma con el que se mire, sino que es algo valiente o cobarde, o incluso las dos cosas. Y ese es el centro de la reflexión que pretendo llevar a cabo. 

  Suicidarse es de cobardes. ¿Por qué? Por varias razones: Incapacidad de enfrentarse a las circunstancias que la vida nos presenta (temor a que no obremos adecuadamente, temor al sufrimiento, a la insatisfacción, temor a hacer daño a los demás: no estar a la altura), incapacidad de dotar de un sentido a la existencia, sea éste relativo o compartido, etc.

    Pero el suicidio también es de valientes. ¿Por qué? Por otras tantas razones: Valor al enfrentar la incertidumbre que la muerte nos depara, capacidad de poner fin a una vida en el momento que uno escoge, valor para enfrentarse al Juicio que Dios, en el caso de existir, dispondría, etc.

    Y, ¿saben que es lo peor de todo? Que vivir también es de cobardes y de valientes. El que tiene una existencia pesima y se empecina en seguir con ella dirigiéndose hacia donde ésta le lleve contra viento y marea es en parte un individuo muy valiente. El que se aferra a esta vida, aunque le depare sufrimiento, incertidumbre y dolor, es en cierto modo alguien valiente. Pero a la vez es cobarde, ya que vive porque teme hacer daño a sus allegados, porque teme el castigo divino al cometer el suicidio o porque no se atreve a enfrentarse de frente con la supuesta aniquilación total que la muerte podría suponer para su persona.

     Quitarse la vida es positivo y negativo. Es un acto valiente y a la vez cobarde. Y vivir también. Todos somos valientes y al mismo tiempo cobardes, todos buenos y malos. Hasta este punto somos tan relativos...


Que tengan un buen día.

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