martes, 26 de marzo de 2019

La Simulación en la que vivimos: La Ilusión

Es 1849 y sale a la luz el poema de Edgar Allan Poe "A Dream Within a Dream". Entre una de sus sentencias más destacadas y repetidas se encuentra la que sigue: "¿Acaso todo lo que vemos o nos parece no es sino un sueño dentro de otro sueño?". Con ella el escritor estadounidense señala un problema fundamental en la historia del pensamiento, a saber: la posibilidad de que todo lo que vivimos sea parte de un sueño o una ilusión. Problema que en nuestro tiempo se agravará dada la aparición de las grandes máquinas computacionales, las cuales, por causa de su enorme capacidad, llevan a plantearse a algunos si nuestra vida no es más que una simulación o proyección generada por las mismas.

Como ha quedado apuntado en las últimas líneas el problema de la simulación es un asunto contemporáneo. Hasta que se han comenzado a desarrollar grandes sistemas de computación, como los ordenadores, no se planteó nada relacionado con la posibilidad de que estemos siendo simulados. A pesar de esto, no podemos caer en el simplismo y olvidar claros precedentes de esta hipótesis que negaban el carácter auténtico de la realidad que nos rodea y defendían que vivíamos en una completa ilusión, simulacro o sueño, es decir, una copia o proyección superpuesta, imperfecta, parcial y/o interesada de lo que en verdad existe.


Por consiguiente, no podemos olvidar las aportaciones de dos figuras fundamentales que, bajo mi punto de vista, sentaron precedente claro en lo que hoy conocemos como Hipótesis de la Simulación. La primera de ellas es Parménides de Elea (s. VI a.C.). Puede decirse de este intelectual nacido en la costa suroeste de la Península Itálica que fue uno de los pioneros de la metafísica, dejando constancia escrita de ello en su poema Sobre la Naturaleza

En dicho poema Parménides presenta, a través de la interacción entre un joven, que posiblemente lo represente a él, y una diosa, los dos caminos por los que podemos dirigirnos para intentar acceder a la verdad, así como el conocimiento que cada uno aporta. El primero de ellos, al que denomina el "del Ser", es el que proporciona la verdad. El segundo, al que denomina de la opinión o del "No-ser", únicamente proporciona ilusiones y falsedad. 

A través de la primera de estas vías, a la que accedemos racionalmente, conocemos el Ser, es decir, la Realidad. El Ser, que para Parménides es "lo que es y no puede dejar de ser", es eterno, ingénito, inmóvil, inmutable, completo y único. Así, pues, siguiendo este camino llegamos a la conclusión de que Todo es Ser. Con tamañas afirmaciones el filósofo de Elea niega la existencia del cambio, del tiempo o del movimiento, puesto que aceptar que alguna de esas circunstancias tiene lugar implicaría hacer partícipe al Ser del No-Ser. Aceptar el cambio, la división, el movimiento y demás es propio de quienes transitan la segunda de las vías, dejándose así llevar por la información que ofrecen sus sentidos, los cuales no hacen más que mostrarles ilusiones y generar en ellos ideas y percepciones completamente irreales y fantasiosas.


Por tanto, Parménides distingue entre la auténtica Realidad a la que denomina Ser, la cual es invariable y eterna, de la que únicamente se puede decir que es, y las imágenes imperfectas y fantasiosas que tenemos de la misma los seres humanos movidos por nuestras falsas opiniones y nuestras imperfectas e ilusorias percepciones.

Uno de los mayores admiradores de Parménides fue el filósofo ateniense Platón (S. V- IV a.C.), quien, influido por las visiones cosmogónicas egipcio-orfeas y las especulaciones pitagóricas acerca de la estructura de lo real, así como movido por sus propias convicciones, reinterpretó el mensaje del eleata. Ahora, para Platón, el mundo del Ser está formado por los Eîdos, las Ideas o Formas, las cuales mantienen las mismas características que la auténtica Realidad parmenídea. Todo lo que existe en este mundo sensible y material es una copia defectuosa e imperfecta de lo que habita en el Mundo Inteligible, en el mundo del Ser. Todo lo material, perceptible y sensible es, pues, una proyección, una mera sombra; es, en definitiva, No-Ser.



Para aclarar esto Platón emplea su recurso favorito: el mito. El relato del que el pensador ateniense hace uso se encuentra en una de sus más reconocidas obras, La República. Dicha historieta es conocida como Alegoría o Mito de la Caverna y posee un poder explicativo enorme de su pensamiento. El mito, en resumen, es el siguiente:

Un grupo de individuos encadenados habitan una caverna o cueva. Estos constantemente miran hacia una pared en la que se están proyectando diferentes sombras. Dichas sombras provienen de detrás de ellos, donde está situada una hoguera sobre la que se colocan diferentes objetos por parte de otros individuos para proyectarlas. Así, estas sombras se corresponden con imágenes distorsionadas y/o malogradas de dichos elementos. Ahora bien, quienes habitan en lo profundo de la cueva y sólo ven las sombras no saben que estas no son otra cosa que defectuosas proyecciones, pensando, a su vez, que lo único que existe es lo que ellos ven, es decir, las sombras.

En un momento dado, uno de los personajes que permanecían encadenados se libera y da comienzo a un épico periplo a través del cual conocerá cuál es la auténtica Realidad. El primer paso que acomete consiste en percatarse del lugar de procedencia de las sombras y de su naturaleza. Observa, en su huida, que estas no son más que proyecciones provocadas al colocar diferentes objetos delante de una hoguera. Posteriormente, logra salir de la caverna y percibir la luz del Sol, cerciorándose de que los objetos que proyectan sombras no son la auténtica Realidad, sino meras copias de lo que existe fuera de la cueva. Pero, a su vez, llega a percibir que todavía no conoce lo Real, que Platón identifica con el Sol.

El objetivo fundamental al que el discípulo de Sócrates quiere conducirnos consiste en que comprendamos que lo que percibimos en la cueva no es más que una ilusión y fantasía, una sombra y simulacro, mientras que lo que existe fuera de la misma comienza a acercarse cada vez más a lo que es la Realidad (el Sol - lo Inteligible).


En definitiva, aunque no compartamos las opiniones de Platón y Parménides, ¿cómo sabemos que nuestras sensaciones y opiniones se corresponden con la Realidad?




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