lunes, 28 de noviembre de 2016

Hipócritas

Los más estúpidos se sentirán ofendidos, y me alegro porque así estaré cumpliendo con una de las máximas de la filosofía: ofender. Otros, los hipócritas de pensamiento y acción, alabarán lo escrito en estas líneas pero al poco tiempo volverán a las suyas, a saber: a decir una cosa y a hacer otra, en fin, a fingir. Estos no se darán cuenta de que lo que escribo va dirigido a todos y cada uno de ellos porque son tan hipócritas que, hasta en sus casas a solas donde solo escuchan su voz interior, se autoengañan como bellacos, como si no les bastase engañar a los demás.



¿Son más listos? No, ¿y mejores personas? Si ser mentiroso fuese considerado algo moralmente idóneo entonces sí, pero parece que no es idóneo ni se acerca a ello por obvias razones naturales. No son más que un cáncer, un doloroso tumor a extirpar, los hijos pródigos de una mentalidad confeccionada con grandes pinceladas de catolicismo. Sí, catolicismo, el credo de la hipocresía por excelencia, el credo de puertas para fuera que conlleva la putrefacción del alma y la voz interior. El engañamiento basado en la culpa y la vergüenza que juega con la imposición de una serie de normas morales completamente opuestas a nuestra naturaleza.

¿Cómo no va a haber hipócritas si somos educados en la vergüenza y no en la virtud?

¿Cómo no va a haber hipócritas si cualquiera al que no le viesen haría cualquier cosa?
We´ve got a problem.
 
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario