Después de todo, nadie se
pregunta porque sufre ante una diversidad o se emociona demasiado ante una
buena noticia. Quizá el origen de todo esto esté en nuestra infancia, y, muy
posiblemente, la culpa no sea del todo nuestra. En la escuela nos enseñan a leer,
escribir, sumar, restar, pintar, memorizar…, pero, ningún profesor se ha parado
ante nosotros y nos ha dicho: “haz esto y serás feliz, o, al menos, estarás
cerca de serlo”. Está claro que necesitamos habilidad, tiempo y ganas para
dedicarnos a una tarea y sacarle partido de la mejor forma. Pero, también es
cierto que si no se nos ha enseñado a afrontar cada cosa atendiendo a su
gravedad y a aceptar la responsabilidad que la realización de cada una genera,
difícilmente seremos capaces de gestionar tanto nuestros éxitos como nuestros
fracasos.
Y es que nos enseñan a hacer cosas mientras estamos vivos, pero no a
vivir.
No hay comentarios:
Publicar un comentario