miércoles, 7 de febrero de 2018

Irrational Man: La película que piensa por sí misma

Filosofar apoyándose en diferentes películas es una tarea que presenta unas marcadas cara y cruz. Por una parte, brinda la capacidad y ocasión de empapar nuestro pensamiento y el de los demás con claras y penetrantes escenas y diálogos que plasman de forma directa gran cantidad de problemas y tópicos relacionados con la filosofía, a saber: la muerte, Dios o el sentido de la existencia. Pero, por otro lado, siempre despierta el cuestionamiento de hasta qué punto lo percibido como "profundo" y filosófico en la película no es un mero añadido del que intenta filosofar sirviéndose de su compañía.

Es cierto que esto último puede pasar muchas veces. Es más, a mí seguro que me ha pasado, ¡He intentado extraer un mensaje filosófico de las Tortugas Ninja! Obviamente, no percibe lo mismo un espectador común que disfruta de un filme por puro entretenimiento y goce estético que un graduado en filosofía, o incluso un doctor. Cada uno, pues, cuenta con un prisma y unas lentes diferentes para percibir y analizar una producción de este tipo. Aquí podríamos encontrarnos con otro problema esencialmente filosófico, a saber: eso que percibe el graduado o el doctor, ¿está realmente ahí?

Lo bueno de esta última pregunta, si es que se puede catalogar dentro de un marco axiológico a una pregunta (reflexión curiosa y problemática ésta), es que es fácil de ser respondida, pues no tenemos más que preguntar al director, guionista o autor de una película en cuestión si todo lo que creemos que está ahí, está realmente ahí. Y digo fácil porque existen muchas posibilidades de que sea respondida en vida, no como las grandes cuestiones acerca del Ser, Dios o la Nada, para las cuales contamos con poca esperanza de resolución. Es cierto que el director podría no contestar a nuestras cuestiones, bien porque no las entiende, porque está muerto o indispuesto, o simplemente porque no le apetece. A pesar de esto, existe un método de verificación más o menos sencillo que consiste en preguntarle. Sí, podría mentirnos o estar alucinado/drogado cuando nos conteste. Aun así, las probabilidades de contestar a la/s pregunta/s en cuestión son mucho más elevadas que en los demás casos.

Ahora bien, en el caso de los filmes de Woody Allen es muy probable que lo que apreciamos como tematizable u objeto de discusión filosófica dentro de los mismos esté ahí realmente. Sólo hace falta echar la vista a la gran mayoría de sus películas, plagadas de reflexiones acerca del sentido de la existencia, la muerte, el sufrimiento o el hecho religioso. Incluso al escuchar alguna de sus entrevistas o al leer algunos de sus pequeños ensayos podemos percatarnos de la existencia de esa constante reflexiva, que, por momentos, se torna en algo filosófico. Y claro, si la producción con la que pretendo que reflexionemos se titula Irrational Man y es protagonizada por un profesor de Filosofía Moral que se plantea dilemas a cada paso que da es muy probable que lo que extraigamos de la misma esté realmente en ella.


Llegados a este punto no pretendo despedazar por completo el filme, pues me parece digno de ver en varias ocasiones. Lo que sí realizaré es un pequeño muestreo de los temas y asuntos candentes presentes en la película sin entrar en ninguna escena particular en profundidad. Aviso ahora de que es inevitable un ligero spoileo para realizar lo anterior.

Bien, el protagonista principal es Abe Lucas, un profesor de filosofía de renombre y con fama de seductor que se traslada de universidad. Este sufre una crisis existencial dado que no encuentra una raíz a la que agarrarse en su vida o un sentido último que otorgue significado a todo lo que realiza. Dicho profesor no hace más que explicar los sistemas éticos y/o morales de diferentes autores como el de Kant o el de Kierkegaard, recogiéndose luego en casa o en la compañía de mujeres, dado que no encuentra una aplicación posible de lo que explica. La película nos lo presenta dormido en cierta medida, y, sobre todo, aburrido de vivir. Es, pues, la pura ejemplificación del hastío. Pero, en fin, conoce a una joven alumna que le devuelve en pequeñas dosis el entusiasmo por vivir, ese que era tan importante para Bertrand Russell.

Al final, el protagonista es conocedor de una situación que le parece completamente injusta y decide actuar acabando con una de las dos partes involucradas en la misma, es decir, matándola. A partir de este momento, en el que Abe considera que ha hecho algo noble que le ha brindado de nuevo la alegría y el entusiasmo por vivir, él mismo encuentra un sentido a su existencia. Comienza a sentirse vivo.


Llegados a este punto comienzan a surgir una serie de cuestionamientos acerca de si está bien o mal lo que ha hecho Abe, si es necesario realizarlo nuevamente, o si ha merecido la pena. Para él, obviamente, la respuesta a todas estas preguntas es positiva, pues considera convencido que ha escapado de la cárcel de la rutina, la abstracción, el aburrimiento y el absurdo, y a partir de ese acto comienza a vivir de forma plena, pues lo determina como el paso constituyente de la afirmación vital, como el acto de responder sí a la vida, de autoafirmarse y de posibilitar la existencia de un sentido en todos los pasos que dé con posterioridad.

Para la otra, la policia y su enamorada, lo realizado no ha sido un acto de afirmación vital, sino la negación y el cese de la vida de otro individuo. Ha situado, pues, su voluntad por encima de la del individuo asesinado de forma abusiva y aplastante. Es, entonces, para ellos, algo incorrecto, aparte de ilegal, pues, a pesar de que una de las partes de la situación que Abe consideraba injusta tenga  ventaja  sobre la otra y pueda sacar provecho de la misma, existe un procedimiento para resolver este tipo de problemas, el cual es el procedimiento jurídico, o lo que todos conocemos como vía legal.

Ahora bien, la justicia (refiriéndome con esta palabra a la organización jurídica de una nación concreta y no a la justicia en sí misma o idea de justicia) iba a beneficiar casi seguro a la parte causante del problema, pues ésta era juez, y no se iba a resolver de la forma adecuada todo el embrollo. Por eso, el protagonista del filme decide actuar para conseguir que dicho juez no se saliese con la suya borrándolo para siempre del mapa. Así, aunque Abe parezca a simple vista un asesino, su actuación recorre una línea muy fina entre la integridad y el respeto al deber y la injusticia o la incorrección. Esto presenta diferentes cuestionamientos que difícilmente se pueden resolver, aparte de que toma presencia una situación tanto curiosa como paradójica de la que hablaré más adelante. Algunas de estas inquietudes son: ¿hasta qué punto matar a otro individuo está mal?, ¿hasta qué punto es noble?, ¿hasta qué punto la justicia es justa?, ¿hasta qué punto es imparcial?, ¿cuándo está actuando uno con integridad y adecuación y cuándo esta interpretando mal el contexto previo a su actuación y su propia actuación?, ¿qué está bien?, ¿qué no?

Por otro lado, la situación es paradójica porque Abe estimula su pensamiento y el de sus alumnos con constantes dilemas hasta el punto de que su propia vida se convierte en uno más a ojos externos. La situación ante la que este profesor se planta nos puede llevar a considerar una de las cuatro grandes preguntas sobre el ser humano formuladas por Kant, a saber: ¿qué debo hacer?


¿Qué debería hacer o haber hecho, pues, Abe?, ¿Debería permitir que se cometiese una injusticia o cometerla él para evitarla? Pero, realmente, ¿qué es una injusticia?

 

2 comentarios:

  1. La idea de justicia no es un concepto atemporal, por lo que decir que algo es justo o injusto no es del todo correcto. La idea de justicia está íntimamente relacionada y es dependiente del momento histórico y social en el que nos encontramos o que se trata de analizar. Así se observa como determinadas actuaciones no eran consiedradas ilegales en otras época, sociedades o incluso culturas. Así aquí se debatiría sobre si el fin justifica los medios y si se debería castigar o no a quien comete una acción considerada un mal menor, para evitar un mal mayor.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Primeramente, agradezco el comentario. Seguidamente, he de decir que aunque estoy de acuerdo con la negación del carácter estático de la idea de justicia, me parece que el procedimiento para determinar lo anterior no es el adecuado, pues a pesar de que pensemos la justicia a partir de unas condiciones determinadas no tenemos la certeza firme de que no es una idea universal y rectora de nuestro comportamiento a partir de la cual podremos juzgar cualquier acción en cualquier momento. Existen autores que así lo defienden. El más famoso es Platón. Al fin y al cabo, no contamos con una evidencia clara de que no exista ese ideal regulador, aunque, eso sí, no necesitamos aceptar este paradigma para vivir en el seno de un sistema social, político, jurídico, etc., y aceptemos, para mí con toda legitimidad, que la justicia es un asunto convencional sujeto a las circunstancias del momento. Pero, dar por hecho que la justicia no existe como un ideal regulador universal sin cuestionamiento alguno no me parece que se corresponde con un procedimiento de justificación legítimo.

      A pesar de esto, no aprecio por qué no es del todo correcto preguntarse si algo es justo o injusto, pues a pesar de que aceptemos que la idea de justicia no sea algo atemporal y que está "relacionada y es dependiente del momento histórico y social en el que nos encontramos o que se trata de analizar", podríamos hacernos dichas preguntas en un contexto concreto partiendo de una idea de justicia determinada y presente en el momento en cuestión.

      Con lo último, estoy completamente de acuerdo. Aparte del tema de la justicia, bajo mi punto de vista también se podría reflexionar acerca de los asuntos de los que estás hablando.

      Eliminar